Así concluye la cita del profeta Isaías que leyó Jesús en la Sinagoga de Nazaret, el pueblo en donde se había criado. Aquí estamos, en la Catedral de Mar del Plata, celebrando la Misa Crismal en el contexto del Año Santo Jubilar: queremos ser “peregrinos de la esperanza”.
Ciertamente es un “año de gracia”, un año de reconciliación y de misericordia, un año de indulgencia que toca profundamente nuestra vida cristiana y de una manera particular nuestro ministerio en el orden sagrado.
La esperanza es la virtud teológica que nos acompaña en el camino, indicándonos la meta última de nuestras vidas, la plena consumación del Reino de Dios en la patria celestial. Como nos invita el libro del Apocalipsis, en la segunda lectura, a poner los ojos de la esperanza en “Jesucristo, el Testigo Fiel, el Primero que resucitó entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra. Él nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre”. Como sacerdotes somos presencia de Jesús que nos ha elegido para que estemos con Él y demos frutos de vida eterna. Una elección gratuita a la cual correspondemos con nuestra entrega total al servicio de Dios y de su Santo Pueblo.
Pidamos la gracia de ser ministros de la esperanza, para poder “consolar a todos los que están de duelo, a cambiar su ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría”. De esta manera seremos llamados “Sacerdotes del Señor…Ministros de nuestro Dios”, como nos dice el profeta Isaías, en la primera lectura.
El óleo con que ungieron nuestras manos es el óleo de la alegría, porque el mejor testimonio que podemos dar como sacerdotes es el de la alegría espiritual, una alegría que va indisolublemente unida con el anuncio del Evangelio. El mundo va perdiendo la esperanza, y por tanto también se pierde la alegría. Pidamos la gracia de ser ministros de la alegría, ante tantos que se enredan en las tristezas que asfixian y matan las esperanzas últimas.
Estamos viviendo un tiempo especial de la Iglesia, el Papa Francisco nos invita a recorrer el camino juntos, esto significa “sinodalidad”. Como Iglesia particular de Mar del Plata queremos renovar nuestro compromiso en continuar el camino sinodal, con lo vivido en el Primer Sínodo Diocesano y con las indicaciones del último Sínodo Universal de la Sinodalidad. El documento final del Sínodo celebrado en Roma y que concluyó el año 2024, nos invita a profundizar tres aspectos fundamentales en nuestra vida eclesial: comunión, participación y misión. Sobre estos tres ejes iremos avanzando como Iglesia diocesana, dando respuestas concretas a los pedidos del Sínodo.
Quisiera detenerme en la primera de estas tres consignas y aplicarla a nuestra vida ministerial como diáconos, sacerdotes y obispo al servicio del Pueblo de Dios.
Comunión como signo de la caridad sacerdotal: no es una opción entre otras, es una actitud que brota del mandamiento del amor y que constituye la esencia del cristiano, la comunión no se decreta, se construye. A veces requiere tiempo, gestos, perdones, diálogo, pero siempre reconociendo que es un don que debemos pedir constantemente y una tarea que se manifiesta en los signos concretos de cercanía fraternal. En estos días santos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo Jesús, un signo de la comunión cristiana y por tanto presbiteral es su túnica, de una sola pieza. La túnica del Señor no fue dividida, porque «esa túnica es la caridad que no puede ser dividida», dice San Agustín. La túnica que cubre el cuerpo de Cristo son las obras de caridad y esas obras son las que nos unen como cuerpo de Cristo, la comunión es una obra de caridad, no es la torta que se reparte, sino el pan bendito que se comparte y se multiplica. Somos ministros de la comunión, no podemos dividir la túnica del Señor.
Esa túnica indivisa recubre el cuerpo de Cristo antes de su crucifixión, está empapada de sangre y sudor, señales de su pasión. Es la túnica que se extiende recubriendo el cuerpo doliente de Cristo en la humanidad, flagelada por las injusticias que deja a tantos descartados, tirados en las calles. Como el manto del mendigo ciego de Jericó, no son unos trapos sucios que hay que quemar, son en cierto sentido su historia y a veces lo único que recubre el cuerpo lacerado del que está al borde del camino: ¡bendita túnica del Señor que cubren la desnudez! “Estuve desnudo y me vestiste”, nos recuerda el Señor, en tiempo presente. También somos revestidos con la túnica y los ornamentos sagrados para vestirnos de la caridad de Cristo. La comunión sacerdotal con el Obispo y del Obispo con el clero, como fruto de la caridad, reordena las tensiones y fuerzas antagónicas que nos quieren separar y dividir. Tensiones expresadas en el Documento Final del Sínodo de la Sinodalidad, invitándonos a la colaboración para superar estas tensiones:
74.Colaboración entre ministros ordenados dentro de la Iglesia sinodal
Varias veces, durante el proceso sinodal, se expresó gratitud a los obispos, presbíteros y diáconos por la alegría, el compromiso y la dedicación con que desempeñan su servicio. También se escucharon las dificultades que los pastores encuentran en su ministerio, principalmente relacionadas con la sensación de aislamiento, soledad, así como el sentirse abrumados por las exigencias de atender todas las necesidades. La experiencia del Sínodo puede ayudar a obispos, presbíteros y diáconos a redescubrir la corresponsabilidad en el ejercicio de su ministerio, que requiere también la colaboración con otros miembros del Pueblo de Dios. Una distribución más articulada de tareas y responsabilidades, un discernimiento más valiente de lo que pertenece propiamente al ministerio ordenado y de lo que puede y debe delegarse en otros, favorecerá su ejercicio de una manera espiritualmente más sana y pastoralmente más dinámica en cada uno de sus órdenes. Esta perspectiva no dejará de repercutir en unos procesos de toma de decisiones caracterizados por un estilo más claramente sinodal. También ayudará a superar el clericalismo entendido como el uso del poder en beneficio propio y la distorsión de la autoridad de la Iglesia que está al servicio del Pueblo de Dios. Este se expresa especialmente en abusos sexuales, económicos, de conciencia y de poder por parte de los ministros de la Iglesia. “El clericalismo, fomentado tanto por los mismos sacerdotes como por los laicos, genera un cisma en el cuerpo eclesial que fomenta y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos” (Francisco, Carta al Pueblo de Dios, 20 de agosto de 2018).
Hemos vivido estas tensiones en la Diócesis, no estamos exentos de dificultades, pero con una renovada esperanza los invito a subirse a la barca y remar juntos mar adentro y echar las redes, allí donde nos indica el Espíritu Santo, para pescar hombres, varones y mujeres, que están deseosos que les indiquemos el camino de la esperanza que no defrauda, con el anuncio alegre del Evangelio.
Queridos sacerdotes, queridos diáconos, gracias, gracias por su inmensa tarea y renovemos nuestras promesas con la convicción de que nadie nos separará del amor de Jesucristo y del Santo Pueblo de Dios.
Antes de terminar estas reflexiones y tan cerca del triduo pascual que celebraremos, quisiera hacer la pregunta que hizo el Beato Eduardo Pironio, profeta de la Esperanza, en esta Catedral hace más de 50 años: “¿Cómo tengo que vivir yo esta semana preparando la gran noche de la Vigilia Pascual? ¿Cómo tengo que hacer? Meterme bien adentro de Cristo que en la oración glorifica al Padre, de Cristo que en la cruz redime al mundo, de Cristo que da la vida por los demás. Es decir, una actitud de mucho silencio y oración, una actitud de mucha alegría en la cruz y una actitud de mucha generosidad en el amor, en la caridad” (Homilía del Domingo de Ramos del 26 de marzo de 1972). Estas palabras se reflejan en el límite de la enfermedad de nuestro querido Papa Francisco, pero aun así, no deja de darnos testimonio de una entrega incansable…rezamos por él.
Que María, Madre de la Reconciliación, nos sostenga en el ministerio sagrado como hijos y hermanos artesanos de la comunión. Que así sea.
Ernesto Giobando sj
Obispo de Mar del Plata









