Una gran alegría se sentía este viernes 21 por la tarde en el templo Parroquial de la Parroquia San Pío de Pietrelcina: el sacerdote Juan Pablo Arrachea asumía como párroco y era la primera vez que tomaba esta responsabilidad, ya que previamente había sido vicario parroquial en la Iglesia Catedral.

Fieles de las muchas y diversas comunidades que integran la Parroquia, ubicada al sur de la ciudad de Mar del Plata -desde la zona del Faro hasta el límite con el Partido de Gral. Alvarado- colmaron el templo parroquial junto a miembros de otras comunidades y pastorales que el padre Juan Pablo acompaña pastoralmente.

Monseñor Giobando comenzó comentando el Evangelio en el contexto del tiempo de Adviento y explicó que “Jesús se despojó de todo, y cuando Pablo dice que el Hijo de Dios se humilló, no es una humillación negativa, sino que está unida a la salvación y a la resurrección.” “Uno en la vida recibe también humillaciones pero se levanta gracias a la exaltación del poder de la resurrección. Jesús desde el pesebre y su vida entre los trabajadores nos muestra el camino”, afirmó.

Seguidamente agregó que “cuando un párroco asume también se hace carne, se hace uno con la comunidad.” “Pidamos la gracia de que Juan Pablo se encarne en esta parroquia, que abrace, que siga a cada uno y que no pierda el rastro de nadie como el buen pastor que va a buscar la oveja y la carga en sus hombros”, exhortó.

Por su parte, en su primer mensaje a la comunidad el padre Arrachea enumeró varios “Magnificat” con los que manifestó su alegría y afirmó estar “feliz por esta nueva tarea que la Iglesia y monseñor Ernesto en su nombre me confía, ya que siempre en la voz de los obispos he confirmado mi ministerio y el llamado del Señor.”

“Ser sacerdote no es un mérito personal, sino un don inmerecido de Dios. Y ser, desde ahora su párroco es un llamado a estar al servicio de ustedes, a caminar juntos en la fe, especialmente en esta zona tan hermosa que nos invita a contemplar la grandeza del Creador en la inmensidad del mar, sus costas y la profundidad de sus tierras”, aseveró, y animó a formar “una comunidad viva, abierta y acogedora, donde todos se sientan amados y escuchados.”