Este miércoles 5, con la celebración de las Cenizas, la Iglesia comenzó el tiempo de Cuaresma. En la Catedral, el obispo diocesano, monseñor Ernesto Giobando sj. presidió la Misa de las 19 horas y ante un templo colmado de fieles invitó a “un gran desafío en esta tierra Argentina: reconciliarnos con Dios y entre nosotros.”

El Obispo comenzó la homilía invitando “a que en este tiempo de cuaresma puedan pensar, reflexionar, hacer un examen para una buena confesión” y aclaró “quizás alguno diga ‘no tengo tantas cosas para confesar’. Bueno, pensemos en el mundo como está, en la realidad social en la que vivimos y seguramente hay algún cargo de conciencia, no por hacer daño, sino por no hacer todo el bien que podemos hacer y que está a nuestro alcance”. 

Más adelante recordó: “Reconciliarnos con Dios, un desafío grande sobre todo en nuestra tierra argentina, reconciliarnos entre nosotros. Qué difícil, ¿no? Porque hay tantas separaciones, tantos puntos distantes que parecen irreconciliables. Vamos a hacer el intento de poder generar en este tiempo de cuarema actitudes de cercanía. Dios se nos ha hecho cercano en Cristo Jesús. Él vino para perdonar los pecados.”

Para finalizar Giobando recordó tres puntos a la luz del Evangelio que se proclamó: “Primero la oración. Todos necesitamos rezar. De hecho rezamos, pero la oración a la que nos invita este tiempo es como una oración más interna. Podemos decir más profunda, una oración que toque nuestro corazón, que no sea sólo una recitación de oraciones que sabemos, sino una oración quizás más contemplativa, es decir, rezar con la palabra, poder meditar esa palabra que nos quiere decir el Señor en este momento de la vida.”

“La segunda práctica a la que invita Jesús a sus discípulos es la limosna. Poder dar una mano a quien lo necesita, una ayuda. Cuando decimos limosna, inmediatamente pensamos en la plata, en el dinero. Pero en la limosna también está nuestro tiempo. También está en que podemos ayudar a otros. Quizás podamos pensar en la semana tiempo tengo para alguna obra de misericordia y comprometernos” continuó. 

Y finalizó “la tercera práctica a la que nos invita el Señor es el ayuno. De hecho hoy es un día penitencial. Penitencia inmediatamente lo consideramos como algo negativo, ¿no? Aquello de lo que me privo. Y en realidad la penitencia es la invitación a una conversión. Si hago penitencia es para convertirme, no para no comer carne solamente, sino para algo más profundo, una conversión más honda”.