Domingo 5º Durante el Año Ciclo A – 5 de febrero de 2023
Primera lectura: Is 58,7-10 | Salmo: Sal 111,4-9 | Segunda lectura: 1Cor 2,1-5 | Evangelio: Mt 5,13-16
Estamos transitando la primera parte del largo discurso de Jesús en el Monte que llega hasta finales del capítulo 7 de Mt. En la liturgia dominical compartiremos textos de este sermón hasta el Domingo 19 de febrero de 2023. Luego daremos paso al tiempo de Cuaresma.
A la luz de los textos bíblicos, especialmente el Evangelio, propongo tres puntos para orar y reflexionar que los sintetizo en tres expresiones: SAL, LUZ y BUENAS OBRAS.
- ¡Ser SAL de la tierra!
- ¡Ser LUZ del mundo!
- ¡Qué sean vistas nuestras BUENAS OBRAS para glorificar al Padre!
- ¡Ser SAL de la tierra!
Jesús juega en primer lugar con la metáfora de la SAL. La SAL era muy importante en el mundo antiguo. Dentro de las muchas funciones que tenía (¡y tiene!) podemos destacar tres: 1) realza el sabor, 2) lo invade todo y 3) es noble. La nobleza de la SAL viene referida a que su uso sanaba algunas enfermedades, era antiséptica para otro tipo de dolencias y, además permitía conservar los alimentos por más tiempo. Que Jesús nos diga en plural a nosotros, sus discípulos, que somos “la SAL de la tierra” implica esto mismo:
- Realzar el sabor de la vida: En la línea de las bienaventuranzas del Domingo pasado podemos redescubrir nuestra vocación en esto de dar condimento a la vida de las personas. Ante una vida insípida, aburrida, atomizada debemos asumir el desafío de ser SAL para dar sabor.
- Invadirlo todo: Como la SAL en la comida, la Palabra de Vida del Señor, en su debida medida debe invadirlo todo. No debe quedar espacio libre, ninguna periferia geográfica y existencial debe perderse el buen sabor del Evangelio de Jesucristo y por eso debemos ser SAL.
- Ser nobles: Como la SAL debemos ser fieles, refugio seguro para el que lo necesita. No se trata de una nobleza aristocrática sino de la nobleza que va por el camino de la fidelidad del que cuida, protege y acompaña en nombre del Señor.
¿Qué implica para mí hoy que Jesús nos diga que somos “la SAL de la tierra”? ¿Soy SAL en los ambientes donde se desarrolla mi vida? ¿Intento dar “sabor” a la vida de los demás, sobre todo a los más tristes, desesperanzados o que no encuentran sentido…? Con actitud de respeto: Busco invadirlo todo con el “buen sabor” del Evangelio del Señor? ¿Trato de ser una persona noble y confiable, segura y fiel…?
2. ¡Ser LUZ del mundo!
En segundo lugar el Señor juega con la metáfora de la LUZ y la refuerza con dos metáforas más que están profundamente relacionadas: la ciudad en la montaña y la lámpara en la casa. En cuánto discípulos del Señor no podemos renunciar a ser LUZ. Si tenemos la LUZ de Jesús en nuestro corazón seremos LUZ para los demás. Nuestro mundo, en parte, está marcado por las tinieblas y la oscuridad. Se hace patente en el dolor y sufrimiento de tantos hermanos por diversos motivos que necesitan ser iluminados por la LUZ del sentido. También se hace presente en la confusión de valores que tenemos en nuestra sociedad. Cuando al mal se lo disfraza de bien y cuando al bien se lo cataloga de mal hace falta iluminar con la LUZ de la verdad. Ahí también estamos llamados a ser la LUZ del mundo.
¿Qué implica para mí hoy que Jesús nos diga que somos la LUZ del mundo? ¿Me dejo impregnar por la LUZ de Jesús, por la LUZ que es el mismo Jesús? ¿Permito que el Señor ilumine mis pasos…? Con la LUZ del Maestro en mi vida: ¿Soy LUZ para los demás? ¿En qué circunstancias me resulta más fácil y más difícil ser LUZ para mis hermanos? ¿Qué oscuridades y tinieblas reclaman ser iluminadas por la LUZ de Jesús en el horizonte de mi vida actual? ¿Acepto ser instrumento de Jesús? ¿Asumo ser la LUZ del mundo para esas circunstancias y en esas situaciones particulares?
3. ¡Qué sean vistas nuestras BUENAS OBRAS para glorificar al Padre!
Ser sal y ser luz implica naturalmente realizar BUENAS OBRAS. La última afirmación de Jesús en este texto, más que analizar las BUENAS OBRAS en sí, busca hacernos revisar la motivación de las mismas. ¿Por qué hago lo bueno que hago? Jesús rechaza como hipócritas a aquellos que hacen las cosas para ser vistos. En el mismo Evangelio de Mt esto se presenta con claridad (cf. por ejemplo 6,1-6.16-18). Las BUENAS OBRAS que hacemos, vistas por los demás, deben llevar a que todos glorifiquen al Padre que está en el Cielo. No tenemos que hacer el bien para caretear, para creérnosla, para hacernos los cancheros o creer que somos mejores. Lo que hagamos de bien debe ser para que los hermanos glorifiquen a Dios. Esto implica de nuestra parte estar siempre atentos y purificar toda intención.
Mirando mi vida actual: ¿Cuáles son mis BUENAS OBRAS? ¿Qué puedo hacer para acrecentar esas BUENAS OBRAS? ¿Tengo un corazón puro con respecto a la motivación de las BUENAS OBRAS? ¿Por qué hago lo bueno que hago…? ¿Qué me motiva…? ¿Solo que me vean los demás, me aplaudan, me valoren, me quieran, me estimen, me tengan en cuenta, me feliciten…? ¿Intento tener en claro y llevar a la práctica esto de que las BUENAS OBRAS que vean en mí son para que glorifiquen al Padre de los Cielos? ¿Qué puedo hacer para purificar las intenciones más profundas de mi corazón y tener una vida realmente auténtica y lejos de toda hipocresía?
+Mons. Gabriel Mestre
Obispo de Mar del Plata
Argentina
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