La Escuela Universitaria de Teología – Cedier realizó anoche la Misa de Acción de Gracias y la consiguiente Ceremonia de Colación de Grado en la Iglesia Catedral de Mar del Plata

Presidida por el Administrador Diocesano y rector de la Universidad del Obispado, el P. Luis Albóniga, dieron gracias a Dios por el conocimiento adquirido, la comunidad que hemos construido y el crecimiento espiritual experimentado a lo largo de estos años de dedicación.

En la oportunidad, el Rector, el Vicerrector, Rubén Primo Fernández, junto al P. Cristian Basterrechea, entregaron los diplomas y certificados a los alumnos que se graduaron en las distintas disciplinas de estudio de la Escuela Universitaria de Teología.

HOMILIA del P. Luis Albóniga

Nuestra celebración de acción de gracias por el ciclo lectivo 2023 coincide con el inicio de tiempo de Adviento. Es el tiempo propicio para ponernos en camino hacia el Señor y ofrecerle nuestros dones, el trabajo académico, el estudio, los servicios de este año. También para poner en sus manos nuestros proyectos institucionales y los deseos de los graduados.

El profeta Isaías nos ofrece un bellísimo oráculo en el que el encuentro con el Señor es un banquete de manjares suculentos y vinos añejados. El banquete representa el encuentro festivo, que recrea los vínculos en torno a la dimensión teologal de nuestra vida. Es una invitación a compartir la mesa y a disfrutar de los manjares que el Señor mismo nos prepara. Es la fiesta del consuelo, donde Él seca nuestras lágrimas. Es la fiesta de la vida, donde Él destruye definitivamente la muerte.

Qué hermosa imagen para pensar nuestro quehacer teológico y catequístico. Nuestro oficio es servir con alegría en el banquete de Dios. Somos los encargados de ahondar en nuestra conciencia creyente y en la vivencia de la fe, para ayudar a los hermanos a reconocer y gustar los manjares suculentos de la Palabra de Dios y celebrar su amor, que es como el vino que alegra el corazón. El contacto con la Revelación, acogida con fe y profundizada con la inteligencia, no puede consistir en un mero cúmulo de conocimientos, no puede quedarse en un frío mecanismo de pasar páginas y hacer esquemas de contenidos. Nuestra tarea es conocer, pero también interpretar y comunicar y, en eso se juega nuestra vida. Tenemos que desplegar nuestras capacidades intelectuales, formar nuestra sensibilidad, para que su Palabra nos empape, llegue a conmovernos, admirarnos y, así, transformarnos. ¡Cuánto necesita el mundo la Palabra de Vida! ¡Cuánto necesita la humanidad participar en el banquete del encuentro con Dios!

Y así, puede renacer la esperanza. El estudio y la contemplación nos llevan reconocer en nuestro contexto particular la gran afirmación que nos regala el profeta: «Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!» El teólogo y el catequista señalan con seguridad y certeza la presencia de Dios. Hacen descubrir en lo concreto de la vida de las personas, las familias, las comunidades y de los pueblos esa presencia de Dios, discreta y firme, que nutre el deseo magnánimo del encuentro cara a cara con Él, de la experiencia salvífica que significa un acontecimiento de gracia en nuestra vida.

El Evangelio nos da la clave para interpretar el anuncio del banquete. El manjar suculento y el vino añejado es Jesús. Él es el alimento y quien nos alimenta. De sus manos recibimos el manjar de la Palabra y se presenta bajo las especies eucarísticas como Pan de Vida y bebida de salvación. No se puede aprender y enseñar teología o catequesis si no nos nutrimos de Él. El alimento que Él multiplica es el que nutre nuestra esperanza. Y cuando lo recibimos, como bien expresó san Agustín, no se convierte en nosotros, como sucede con los alimentos de la carne, sino que nos va transformando en Él. El vino que es su sangre, nos convierte en consanguíneos suyos y así, configurándonos con Él, no sólo aprendemos sobre Él, sino que conocemos, interpretamos, sentimos y comunicamos como Él.

Queridas hermanas, queridos hermanos, no seamos mezquinos en nuestra labor, entreguémonos a ella con pasión. No sólo está en juego un título o una tarea, sino que se juega la vida: la nuestra y la del mundo. Gustemos de la sobreabundancia de la acción divina, alegrémonos por la fuerza transformadora de su amor y hagámonos transparentes al anuncio gozoso y a la sabiduría que Él nos regala. Trabajemos con seriedad, busquemos, indaguemos, estudiemos, enseñemos con pasión. Pero recordemos siempre que “Dios da su pan a sus amados mientras duermen” (Sal 127,2). Reconozcamos con humildad que nuestro esfuerzo sólo penetra en el misterio cuando el esfuerzo es respuesta y colaboración con la Gracia de Dios. Él Espíritu Santo es el gran maestro, sólo él puede guiarnos a la verdad, ayudándonos a transcender el relativismo, los encierros ideológicos y las aspiraciones que nos llevan lejos de esa sencilla pradera, en la que el Señor vuelve cada día a multiplicar los panes.

Quiero agradecer a cada uno de los que trabajan con generosidad en nuestro Instituto Universitario. Somos muchos y trabajamos mucho. Gracias por el sentido vocacional, por el oficio de amor, por la paciencia con las dificultades que muchas veces se presentan en el desarrollo de la tarea. Gracias por comprender nuestras limitaciones materiales y seguir colaborando para que podamos llegar a todos los que desean formarse con una contribución accesible.

Felicitaciones, queridos graduados en las carreras de grado, en las diplomaturas y en todos los itinerarios formativos. Hace ya varios años descubrimos que el Señor nos llamaba a crecer en una perspectiva teológico pastoral que anime y acompaña la tarea pastoral y la evangelización. Tenemos que seguir creciendo, no por mera aspiración vanidosa e institucional, sino como respuesta a la llamada de Dios y a la inquietud que Él pone en tantos corazones.

En esta misa ponemos estos panes, que son pocos, en el Altar, damos gracias por ellos y le pedimos a Jesús que los multiplique y los haga fecundos.

Quiero poner especialmente dos panes extras en el altar: la acreditación en Comisión Nacional de Evaluación Universitaria, en orden a poder dictar a la brevedad las Carreras a Distancia, para facilitar a más hermanos la posibilidad de formarse y servir; y el convenio con la Universidad Católica de Plata, a fin de poder brindar juntos carreras de posgrado.

Gritemos junto esta tarde: «Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!»