Carta Pastoral 19-20
“Vivencia, transmisión y compromiso de la fe”
Caminemos juntos en la audacia del Espíritu
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A los sacerdotes, diáconos, consagrados, laicos, seminaristas, parroquias, comunidades, instituciones educativas, movimientos, asociaciones, organismos diocesanos y a todo el Pueblo de Dios que peregrina en la Iglesia Particular de Mar del Plata.
INTRODUCCIÓN
1. Acercándonos a la celebración del
Primer Sínodo Diocesano bajo el lema Caminemos juntos en la audacia del
Espíritu, quiero ofrecer mi tercera Carta Pastoral, para que sea una
suerte de faro que ilumine la reflexión de las asambleas por decanatos y
oriente la preparación inmediata de los hermanos delegados por las
comunidades para participar de las sesiones del Sínodo.
Nuestras comunidades ya han vivido sus respectivas asambleas eclesiales y
han realizado la consulta abierta y la consulta interna. Estos
elementos, más el palpitar cotidiano de la vida en todas sus
manifestaciones, reclaman una mirada particular de cara a la realización
del sínodo. Con espíritu optimista, positivo y esperanzado; y,
asumiendo con realismo nuestras debilidades y problemas, queremos
lanzarnos de lleno por primera vez a la experiencia del sínodo como
acontecimiento de gracia: Caminemos juntos en la audacia del Espíritu.
2. ¿Cómo lograr responder a tantas
propuestas e interrogantes que ya han ido surgiendo en el camino? ¿Cómo
sintetizar tantos desafíos y preguntas que se han manifestado? ¿Bajo qué
puntos más generales se podrían integrar y unificar?
En las dos Cartas Pastorales anteriores, en algunas homilías y
conferencias utilicé una expresión que tuvo eco en el discernimiento de
varias comunidades y espacios pastorales de cara a la realización del
sínodo: formación integral del discípulo misionero para la vivencia,
transmisión y compromiso de la fe (cf. Carta Pastoral 17-18 nº 4.42;
Carta Pastoral 18-19 nº 3.4.8a.8c.11.12). Esta frase, de alguna manera,
sintetiza en pocas palabras la totalidad de la vida del cristiano. Por
eso, podemos decir de forma genérica que el Primer Sínodo Diocesano está
al servicio de la formación integral del discípulo misionero y de una
renovada vivencia, transmisión y compromiso de la fe. Iluminados por el
Espíritu Santo haremos discernimiento y elegiremos algunos de los
diversos temas que se han planteado. Aquellos por los cuáles optemos, de
una u otra manera, deberán tener referencia a estos tres elementos que
se reclaman mutuamente y no se pueden separar en la vida del verdadero
discípulo misionero del Señor: vivencia, transmisión y compromiso de la
fe.
Tengamos presente, a lo largo de la lectura de esta Carta, que el
discernimiento cristiano sigue siendo un elemento esencial de nuestro
camino sinodal. A respecto recuerdo aquí como definí el discernimiento
en el punto 27 de la Carta Pastoral 17-18: Podemos definir el
discernimiento espiritual como la capacidad de ver desde Dios la
realidad humana e histórica del presente, con sus luces y sombras, para
ofrecer caminos concretos según el Espíritu, conduciendo hoy a todo ser
humano al mayor bien posible y a la verdad que libera.
3. Teniendo como eje esta frase de síntesis que ha resonado en nuestras comunidades, propongo el texto bíblico de Jn 1,35-51 para que sea el que inspire y fundamente las reflexiones que el Espíritu Santo me invita a realizar para nuestra Iglesia Particular en este momento de su historia.
Jn 1,35-51
35 Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos
36 y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios».
37 Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. 38 Él se
dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?».
Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde
vives?». 39 «Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y
se quedaron con Él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde. 40
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era
Andrés, el hermano de Simón Pedro. 41 Al primero que encontró fue a su
propio hermano Simón, y le dijo «Hemos encontrado al Mesías», que
traducido significa Cristo. 42 Entonces lo llevó a donde estaba Jesús.
Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás
Cefas», que traducido significa Pedro. 43 Al día siguiente, Jesús
resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme».
44 Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. 45 Felipe
encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla
en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de
Nazaret». 46 Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de
Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe. 47 Al ver llegar a Natanael,
Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez». 48
«¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo
te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
49 Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el
Rey de Israel». 50 Jesús continuó: «Porque te dije: “Te vi debajo de la
higuera”, crees. Verás cosas más grandes todavía». 51 Y agregó: «Les
aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y
bajar sobre el Hijo del hombre».
4. A partir de este texto bíblico, siendo la Palabra de Dios fuente inspiradora de la acción pastoral de la vida de la Iglesia, desarrollo ahora algunos puntos para la reflexión de nuestra Diócesis en el marco particular del camino sinodal que vamos realizando. Sintetizaré el núcleo de la Carta Pastoral 19-20 en dos grandes partes. En la primera haré hincapié en dos puntos y en la segunda parte en tres. Resultan una suerte de cinco palabras claves: FORMACIÓN, FE, VIVENCIA, TRANSMISIÓN, COMPROMISO.
I- FORMACIÓN INTEGRAL PARA LA FE
a. FORMACIÓN integral: “Se quedaron con Él ese día”
b. Para la FE: “Este es el Cordero de Dios”
II- VIVENCIA, TRANSMISIÓN Y COMPROMISO DE LA FE
a. VIVENCIA de la fe: “Maestro: ¿Dónde vives? Vengan y lo verán”
b. TRANSMISIÓN de la fe: “Hemos encontrado al Mesías”
c. COMPROMISO de la fe: “Este es un hombre sin doblez”
I- FORMACIÓN INTEGRAL PARA LA FE
a. FORMACIÓN integral: “Se quedaron con Él ese día”
5. ¿Qué significa FORMAR? ¿Qué entendemos por FORMACIÓN integral?
Los cuatro evangelios canónicos nos permiten descubrir sin lugar a dudas
que Jesús FORMÓ a sus discípulos (cf. Mc 1,21-22; 2,23-28; 3,13-19;
4,1ss; 6,2ss; 7,14-23; 8,15-21.31-38; 9,30-37; 10,1ss. y textos
paralelos de Mt y Lc). Lo vemos con claridad en el texto de Juan antes
citado: “Se quedaron con Él ese día”. Jesús pasa tiempo, invierte horas y
días para FORMAR el corazón de sus discípulos. Como verdadero Maestro,
el Señor introduce a los que llama en una verdadera perspectiva
discipular FORMÁNDOLOS en todos los ámbitos y aspectos de la vida. El
camino FORMATIVO de Jesús con sus seguidores tiene una fuerte impronta
sapiencial: la sabiduría como el arte de encontrarle sabor a la vida
desde Dios. En este caminar los discípulos van asumiendo la forma de
pensar, y de vivir del Maestro, aceptando incluso la cruz de Cristo (cf.
DA 278b). Entendemos así FORMAR como sinónimo de educar no solo en un
sentido instructivo o erudito sino en clave total: FORMACIÓN integral.
6. Esta FORMACIÓN integral es una de las
principales preocupaciones y ejes del documento de Aparecida. El
discípulo misionero de nuestro tiempo también es FORMADO por Jesús para
responder a los desafíos del siglo XXI (cf. DA 240-346). Tengamos
presente algunas palabras y expresiones que hacen referencia a la
FORMACIÓN integral en nuestra reflexión y acción pastoral: educar para
madurar y crecer; hacer camino pedagógico; superar las necesarias crisis
de la vida; formar no es formatear ni adoctrinar; caminar en pluralidad
y respeto pero con una identidad bien clara de pertenencia a Cristo y a
la Iglesia; educar para un liderazgo sinodal, no cerrado ni
individualista; madurar humanamente y en la fe; crecer paulatinamente y
con mucha paciencia; ejercer la autoridad sin ser autoritarios.
“Se quedaron con Él ese día”. Hagamos la opción pastoral de quedarnos
con Jesús y dejemos que Él nos FORME de manera integral para ser
verdaderos discípulos misioneros de la Buena Noticia del Evangelio.
Con la palabra FORMACIÓN evocamos el complejo mundo educativo. Tendremos
que analizar la educación hacia el interior de Iglesia, también revisar
la educación humana inicial, permanente, de capacitación, profesional y
superior de todos los niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Es un
tema pendiente en la Iglesia y en la Patria. Educar y FORMAR dignifica y
favorece la participación madura de todos en la comunidad eclesial y en
el compromiso democrático en la vida republicana. Para FORMARNOS como
Dios quiere sin excluir a nadie, en este tiempo de la Iglesia y en
nuestro contexto deberemos asumir el desafío de caminar juntos en la
audacia del Espíritu.
b. Para la FE: “Este es el Cordero de Dios”
7. ¿Qué es la FE? ¿Qué aspecto particular de la FE señalamos aquí?
La confesión de FE de Juan Bautista en el texto evangélico que nos va
acompañando es un fiel testimonio y modelo de verdadero creyente: “Este
es el Cordero de Dios”. La Carta a los Hebreos nos dice que la FE “es la
garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las
realidades que no se ven” (Heb 11,1). El Catecismo de la Iglesia nos
recuerda que la FE es la adhesión libre del ser humano a Dios (cf. CCE
150.160). Es la respuesta ante el Dios verdadero que se revela, que se
da a conocer y ofrece su intimidad al que lo busca. La FE nace del
encuentro con el Dios vivo que nos ama, nos llama y nos busca y nos
regala ojos nuevos para orientar nuestro camino en el tiempo (cf. LF 4).
La FE es al mismo tiempo gracia que viene de Dios y acto humano (cf.
CCE 154-159); por eso decimos que la FE siempre es don y tarea. La FE
nos hace pregustar aquí en la tierra el gozo y la felicidad de la vida
eterna que anunciamos y anhelamos (cf. CCE 163-165). Por la FE y en la
FE creemos en Dios y le creemos a Dios. La FE es un acto personal y a la
vez profundamente comunitario dado que el creo de cada uno reclama
siempre el creemos de la FE de toda la Iglesia (cf. CCE 166-167).
8. Existencialmente podemos decir que la FE es lo que da sentido a nuestra vida abriéndola a su dimensión trascendente y es el toque de originalidad que tenemos los discípulos misioneros de todos los tiempos. Sin FE la vida no tiene sentido. El sentido último total de nuestra vida y el sentido de todo lo que hacemos o dejamos de hacer, desde lo más pequeño a lo más grande, para que sea realmente bueno, verdadero y bello parte de la FE en Dios. Si no permitimos que la FE alimente nuestra vida cotidiana estamos perdidos y quedamos encerrados en los estrechos límites del tiempo y del espacio, del aquí y ahora. Imitemos a esa nube de testigos que se dejaron modelar por la FE en Dios (cfr. Heb 12,1ss). Dejémonos entusiasmar por la FE de nuestra Madre, la Bienaventurada Virgen María, y por la FE de nuestra patrona diocesana Santa Cecilia. El día de su martirio el juez que la condenaba a morir le preguntó cuál era su nombre. Ella respondió que su nombre era Cecilia pero que su nombre más glorioso es cristiana, dando así fecundo testimonio de FE. En este año 2019 tengamos presente de modo particular el testimonio de FE comprometida de los Cuatro Mártires Riojanos: Wenceslao, Carlos, Gabriel y el obispo Enrique Angelelli. Recordemos con profunda acción de gracias la FE de nuestros padres y padrinos, de los abuelos, de los catequistas y de todos aquellos que con su palabra y testimonio nos enseñaron el camino de la FE.
9. Fortalezcamos un verdadero camino de FE en la familia de la Iglesia con una clara identidad discipular y una fina sensibilidad espiritual y humana. Una FE que constantemente involucra mente, corazón y manos. Una FE que implica conversión permanente y que se identifica con el estilo de vida de Jesús. Una FE que en la Iglesia Católica entendemos, como siempre entendimos, en fidelidad a Pedro, el vicario de Cristo en la tierra. Ayer fueron Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y tantos otros. Hoy es Francisco y mañana serán los que el Señor elija. En esta hora de la Iglesia damos gracias a Dios porque en el Papa Francisco nos da un pastor sabio y prudente, que contempla este tiempo como paradójico y desafiante para nuestra FE, y nos ayuda a discernir la voluntad de Dios. Como Iglesia Diocesana renovamos hoy nuestra adhesión al vicario de Cristo en la tierra. No se concibe un cristiano católico que no tenga una mirada sobrenatural y de FE con respecto al Santo Padre que preside paternalmente como vicario de Cristo la Iglesia familia de Dios.
II- VIVENCIA, TRANSMISIÓN Y COMPROMISO DE LA FE
10. En esta segunda parte de la Carta
19-20 presentaré para cada uno de los tres puntos algunas certezas y
varias preguntas y desafíos. Las certezas no son más que un recordatorio
básico de los fundamentos de la fe que nunca pueden faltar. Es el ideal
hacia el que caminamos juntos en la audacia del Espíritu. Las preguntas
y desafíos son una suerte de ensayo, de cuestionamiento en voz alta que
el obispo se hace y les comparte para discernir el tiempo presente,
para buscar con sinceridad estar a la altura de las circunstancias, para
responder a los signos de los tiempos. Preguntarnos y cuestionarnos nos
hace bien, nos hace crecer y madurar, fortalece nuestra identidad y
agudiza nuestra sensibilidad. No tenemos que tener miedo a dejarnos
desinstalar haciéndonos preguntas que tocan el centro de nuestras crisis
personales y comunitarias. Si esas preguntas y cuestionamientos
provocan grandes cambios no debemos alarmarnos ni pensar que es algo
malo, sino el comienzo de lo nuevo según lo que el Espíritu anima para
este tiempo. Esto es posible sólo si nos dejamos interpelar por la
realidad a la luz de la presencia luminosa del Dios Uno y Trino que en
Jesucristo nos revela el rostro del Padre por la acción del Espíritu
Santo. En clave pastoral y de cara a la celebración del Primer Sínodo
Diocesano, las preguntas y desafíos son tan importantes como las
certezas.
Nos adentramos en el fascinante mundo de la vivencia, transmisión y
compromiso de la fe recordando que los tres momentos son parte de un
único acto de confianza en Dios. No se pueden separar dado que los tres
son parte esencial de la identidad cristiana.
a. VIVENCIA de la fe: “Maestro: ¿Dónde vives? Vengan y lo verán”
1. Recordando algunas certezas
11. ¿Qué implica la VIVENCIA de la fe?
El texto bíblico que encabeza nuestra reflexión es absolutamente claro
en este tema: Jesús invita a sus discípulos a hacer experiencia de
encuentro con Él. Eso es auténtica VIVENCIA de la fe: “vengan y lo
verán”. La verdadera espiritualidad se define como experiencia de
encuentro con el Dios viviente como nos decía Juan Pablo II el 26 de
enero de 1979: un encuentro personal, vivo, de ojos abiertos y corazón
palpitante, con Cristo resucitado.
Manteniéndonos en el ámbito del mundo del Evangelio de Juan nos puede
iluminar el verbo conocer que aparece muchas veces en el cuarto
evangelio relacionado con el tema de la fe (cf. Jn 1,10; 8,19.32;
10,4-5.14-15.27; 14,7.9.17; 15,15.21; 16,3; 17,3.25-26). El verbo griego
gignosko, que traducimos por conocer, expresa no solo una captación
intelectual sino un conocimiento profundo que pone el acento en la
experiencia, en la VIVENCIA total del objeto conocido. Por eso, conocer
en clave bíblica y referido a la fe, es “hacer experiencia de encuentro”
con Dios, es VIVENCIAR de forma integral el misterio de Dios: “vengan y
lo verán”.
12. Esta VIVENCIA de encuentro es muy
fuerte en los relatos pascuales: las mujeres, los discípulos de Emaús,
Pedro y el otro discípulo, la comunidad toda se encuentra VITALMENTE con
el Resucitado (cf. Mt 28,1-20; Mc 16,9-20; Lc 24,1-53; Jn 20,11-21,25).
La experiencia pascual de los primeros discípulos es paradigma
permanente de nuestra VIVENCIA de la fe. La presencia del Señor
resucitado les cambia la existencia y es camino para una fe
profundamente existencial, conectada con la VIDA.
El acontecimiento del Pentecostés cristiano es otra gran experiencia de
VIVENCIA de la fe (cf. Hch 2,1-41). Ahí también se define la fe como
encuentro VIVENCIAL con Dios animado por el Espíritu Santo. La VIVENCIA
de la fe es personal y comunitaria a la vez. Es interior y se abre al
exterior: como la Santísima Trinidad es relación interior y misión al
mundo. Busca y necesita la intimidad, pero no es intimista. Una fe así
VIVENCIADA expresa una espiritualidad madura: fiel a los principios de
siempre, pero adaptada a cada realidad y acorde al tiempo histórico que
le toca vivir. Debemos inspirarnos en aquellos hombres y mujeres que en
la Escritura han hecho la experiencia-VIVENCIA de Dios y de los grandes
santos de la vida de la Iglesia. En todos los casos esta VIVENCIA no
tiene que hacer caricaturas superficiales de formatos espirituales de
otros contextos y otras épocas. En este sentido es muy importante
recordar y releer el programa de santidad que nos propone el Papa
Francisco en el documento Gaudete et exultate del año 2018.
13. En este punto retomamos las notas propias de una espiritualidad trinitaria que compartíamos en la primera Carta Pastoral (nº 6-18) y, también, el primado de la espiritualidad y la mirada de Dios en la segunda Carta Pastoral (nº 4-5). La VIVENCIA de la fe reclama una espiritualidad animada por la Palabra de Dios escrita, leída e interpretada en la vida de la Iglesia en el gran cauce de la lectio divina personal y comunitaria. En este camino de VIVENCIA de la fe, el centro será la celebración de la Eucaristía como fuente y culmen de la vida del cristiano (cf. SC 10). Para una VIVENCIA de la fe encarnada en este tiempo histórico habrá que seguir caminando en una seria reforma litúrgica donde todo el culto y la vida sacramental diocesana. Así las celebraciones podrán expresar la grandeza inconmensurable del misterio de Dios, pero de forma inculturada en nuestra realidad marcada por varias subculturas que coexisten entre sí. Se deberá favorecer la constante profundización de la religiosidad popular y la inserción madura y coherente de nuevos formatos de espiritualidad para la VIVENCIA madura de la fe.
14. Como compartimos más arriba, la VIVENCIA de la fe tiene su momento personal y su espacio comunitario que, lejos de contraponerse, se reclaman constantemente. La VIVENCIA particular de la fe en el corazón del discípulo misionero se continúa y retroalimenta en la VIVENCIA de la fe en la familia y el grupo. En un mundo masificado e individualista, particularmente en la vida ciudadana, los espacios comunitarios de vida de Iglesia en clave familiar son cada vez más necesarios. Son ámbitos de personalización y alteridad a partir de encuentros fraternos, amicales y familiares. Encontrarse para VIVENCIAR la fe con los otros, con los demás, no de forma genérica, sino con nombre y apellido, nos hace mucho bien, nos normaliza, nos identifica y nos da positiva identidad. La VIVENCIA de la fe con una fuerte impronta comunitaria nos rescata del anonimato en la cual muchas veces transita la vida del ser humano. Redescubrir que la VIVENCIA de la fe siempre es vínculo y relación. Por eso, más que nunca invito a revitalizar la VIVENCIA comunitaria de la fe en nuestras parroquias, comunidades eclesiales de base y capillas; pastorales diocesanas; comunidades educativas; movimientos y asociaciones. Con la audacia del Espíritu buscar una VIVENCIA profunda y cordial, siempre abierta a los demás, nunca cerrada ni elitista.
15. En la VIVENCIA de la fe se va perfilando la Iglesia diocesana. Desde el corazón de cada persona y en los espacios familiares y comunitarios se perfila un modo particular de ser Iglesia según las enseñanzas de la Palabra y el Magisterio. En este perfil, que es dinámico y se va construyendo día a día, quiero volver a destacar el protagonismo laical. Los tiempos que corren, en sus aspectos complejos y en sus coyunturas apasionantes, nos han hecho madurar en esta línea. Sin embargo, hace falta una mayor profundización. Es necesario un protagonismo y participación laical que haga superar todo resabio de clericalismo aún vigente en nuestra Iglesia. Dentro del mundo laical quiero insistir en el lugar particular que deben ocupar los jóvenes. Sabemos que realmente son el futuro de nuestra Iglesia y de la sociedad. Con esta convicción debemos movernos en nuestro camino sinodal. Como parte de la VIVENCIA tenemos que seguir creciendo, laicos y pastores, en el avivamiento y promoción de los carismas y ministerios laicales que el Espíritu suscita en la vida diocesana. No con un afán de estrellato atemporal, desencajado y dando lugar a personalismos exagerados o repetición de caminos espirituales ya existentes. El desarrollo de carismas y ministerios en la VIVENCIA de la fe se dará en fidelidad al Espíritu en la línea tan clara que nos transmite la tradición paulina en muchos de sus textos (cf. de manera particular 1Cor 12-14).
2. Compartiendo preguntas y desafíos para nuestro tiempo
16. Me pregunto con ustedes queridos hermanos diocesanos:
1. ¿Qué pasos habrá que dar para permitir
que Cristo Resucitado, que revela al Padre en el Espíritu, sea el centro
de la vida de cada discípulo misionero del Señor?
2. ¿Cómo hacer para que los momentos de espiritualidad sean profundos y
existencialmente transformadores del corazón de las personas?
3. ¿Entendemos que la vivencia de la fe reclama tiempo de maduración y
paciencia? ¿Captamos que esta maduración se da en pasos sucesivos y que
debe ser constante en el tiempo?
4. ¿Dejo que las palabras escucha, diálogo y discernimiento sean parte
del necesario camino de purificación espiritual en la vivencia de la fe?
5. ¿Cómo hacer para superar las tentaciones del rigorismo, moralismo e
integrismo con un verdadero itinerario de crecimiento en la vivencia de
la fe?
6. ¿Qué notas esenciales deberá tener un camino de formación espiritual para líderes maduros en nuestras comunidades?
7. ¿Cómo lograr una verdadera animación bíblica de la pastoral para la
vivencia de la fe personal y comunitaria en la escucha de la Palabra de
Dios?
8. ¿Buscamos con creatividad que la Eucaristía dominical sea el centro
total y absoluto de la vivencia comunitaria de la fe? ¿Es realmente
encuentro con Cristo Resucitado y con los hermanos?
9. Sostenidos por la gracia de Dios: ¿Cómo lograr en nuestras
comunidades verdaderos itinerarios de vivencia de la fe para crecer en
santidad según la vocación específica?
10. ¿Cómo afecta el giro antropológico de las últimas décadas en la
captación del misterio de Dios en la liturgia? ¿Qué realidades son
permanentes y universales y cuáles reclaman un cambio audaz en clave de
verdadera inculturación?
11. Nuestras celebraciones cultuales y litúrgicas habituales: ¿Son
realmente espacios de Dios y del ser humano al servicio de la vivencia
de la fe? ¿Qué pasos debemos dar para una auténtica espiritualidad
litúrgica que toque las fibras íntimas de nuestra vida?
12. Los que se acercan por primera vez a nuestras celebraciones de
iniciación cristiana, es decir a bautismos, primeras comuniones y
confirmaciones: ¿Se encuentran con un ambiente propicio para el
encuentro personal y comunitario con el Dios vivo?
13. La vivencia de la fe en nuestras comunidades: ¿Realmente mueve los
corazones para una conversión pastoral y renovación de las estructuras
eclesiales?
14. ¿Qué podemos hacer para acrecentar una vivencia de la fe según el
propio estado vocacional en la vida de la Iglesia: laicado, especial
consagración y ministerio sacerdotal?
15. En nuestras comunidades: ¿Logramos que la vivencia sincera de la fe
sane nuestros vínculos con los demás hermanos superando, toda tentación
de cerrazón, vedetismo, clericalismo, abuso de conciencia y de poder?
16. ¿Captamos la intrínseca relación entre vivencia de la fe y modo de
entender y proyectar la vida de la Iglesia? ¿Comprendemos realmente que
como Iglesia somos el Pueblo de Dios llamados a la comunión en la
pastoral orgánica? ¿Valoramos realmente los diversos carismas y
ministerios que surgen y se desarrollan en la comunidad eclesial?
17. ¿Cómo podemos promover mejor en nuestro tiempo el protagonismo
laical y el servicio específico de los ministerios y carismas laicales?
¿Buscamos que este protagonismo sea abierto e integrador o caemos en la
tentación de abroquelarnos y ensimismarnos?
18. ¿Dejamos de verdad lugar a los jóvenes en los espacios de conducción
y animación pastoral? ¿Aceptamos los códigos y la dinámica propia de
compromiso que tiene la etapa de la juventud?
19. ¿Cómo lograr que en las comunidades educativas gestionadas por la
Iglesia se pueda acrecentar la identidad cristiana católica de vivencia,
transmisión y compromiso de la fe?
b. TRANSMISIÓN de la fe: “Hemos encontrado al Mesías”
1. Recordando algunas certezas
17. ¿Qué significa la TRANSMISIÓN de la fe?
Andrés primero y Felipe después, luego de haber vivenciado su encuentro
con el Señor, se ven tan impactados que inmediatamente salen a
TRANSMITIR a los demás. Podemos sintetizar este deseo misionero de
TRANSMISIÓN de la fe en la frase bíblica “hemos encontrado al Mesías”.
Son muchos los textos de la Escritura y del Magisterio que podrían
animarnos aquí. Varios de ellos los cité en la primera Carta Pastoral en
el apartado Iglesia profética evangelizadora (nº 35-38), algo presenté
también en la segunda Carta Pastoral bajo el título Testimonio sinodal
en el punto 8. El acontecimiento de Pentecostés es también altamente
significativo para la TRANSMISIÓN de la fe. Allí, en el primer discurso
de Pedro (Hch 2,12-36), queda evidenciada la pasión por el anuncio
gozoso de la fe en Jesucristo según la audacia del Espíritu.
18. El Magisterio de la Iglesia a lo largo del tiempo y, de forma particular en los últimos decenios, se ha hecho eco de este llamado a TRANSMITIR la fe en la experiencia de la Iglesia que es esencialmente misionera y evangelizadora. No se entiende la vocación de la Iglesia si no es para evangelizar. El Papa Francisco en documentos, reflexiones, mensajes y homilías no deja de insistir en que tu vida es misión o expresiones similares. Debemos tomar con seriedad esta invitación que se hace eco de los textos de la Escritura, del gran documento Evangelii Nuntiandi de Pablo VI, de la expresión discípulos misioneros que nos regala el documento de Aparecida y de la totalidad de Evangelii Gaudium del mismo Papa Francisco. En el trasfondo está también la dinámica de la nueva evangelización tan desarrollada por Juan Pablo II y varios documentos del CELAM: un desarrollo misionero nuevo en su ardor, en sus métodos y en su expresión. Recordemos también aquí lo que ya sugerí con respecto a las dos dimensiones de la misión: programática y paradigmática (cf. Carta Pastoral 17-18 nº 38). El objetivo final es lograr la evangelización en todas las actividades pastorales y no solo en las específicamente misioneras.
19. La TRANSMISIÓN de la fe implica
distintos niveles. Yo aquí me voy a concentrar solo en dos, pero
sabiendo que podríamos hacer otro tipo de divisiones que también serían
legítimas.
a) Está el primer anuncio o kerigma que debe estar siempre al comienzo
de todo proceso de TRANSMISIÓN de la fe: “Hemos encontrado al Mesías”.
En terminología acorde a nuestra sensibilidad contemporánea podríamos
retraducir el kerigma de la siguiente forma: Jesús te ama y por eso te
salva, quiere estar siempre en tu vida y te regala lo mejor para vos y
para todos. El Papa Francisco nos recuerda que el kerigma debe estar
siempre presente en la vivencia y TRANSMISIÓN de la fe en cuanto que es
el primero no solo en lo cuantitativo sino también en cualitativo (cf.
EG 164). En toda actividad de vivencia de la fe el kerigma adquiere una
relevancia particular por la cual nunca debe faltar. Es el centro en la
jerarquía de las verdades de fe. No puede ser relegado ni opacado por
otros elementos que no están en el núcleo kerigmático y se incorporarán
paulatinamente y en el tiempo según el propio camino de maduración y
crecimiento en la fe de cada persona y comunidad.
b) Una vez que se acepta este primer anuncio, el kerigma se sigue
profundizando en la vida de la Iglesia y la TRANSMISIÓN de la fe asume
otras características. Aparece la enseñanza o didajé, la instrucción o
momento más claramente catequístico de la TRANSMISIÓN. Aquí la palabra
formación que buscamos definir más arriba adquiere un sentido más claro.
Iniciado el proceso de la vivencia de la fe se hace necesario formar el
corazón para dar razón de nuestra fe y nuestra esperanza (cf. 1Pe
3,13-17). Aquí tenemos un gran capítulo en la TRANSMISIÓN de la fe:
debemos revisar con la audacia del Espíritu todas nuestras estructuras
eclesiales de profundización de la fe. Discernir y revisar cómo estamos
llevando adelante una verdadera renovación y cambio evangélico, quitando
las estructuras caducas, con respecto a la TRANSMISIÓN y profundización
de la fe en nuestras comunidades especialmente en la catequesis en
todos los niveles y etapas. En este segundo momento, el kerigma sigue
siendo central: desde el kerigma se revela con claridad la belleza de la
armonía de la fe que presenta las verdades sobre Dios y el ser humano
de forma orgánica.
20. Ambos momentos de TRANSMISIÓN de la fe reclaman una fuerte dosis de inculturación, es decir que el núcleo del Evangelio pueda ser captado y entendido en las culturas y subculturas de cada tiempo (cf. EG 68-70.116.122.126). Implica asumir todo lo humano para discernirlo y llevarlo a plenitud en el encuentro con Jesucristo. El desafío es cómo lograr que la fe de siempre, que nunca cambia, dado que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Heb 13,8), sea presentada a cada persona que habita el territorio de la Diócesis de Mar del Plata en sus múltiples subculturas contemporáneas. Sobre la inculturación se ha reflexionado mucho pero no siempre ha sido suficientemente internalizada y encarnada en las estructuras eclesiales. Su dinamismo integra siempre dos fidelidades en diálogo y en positiva tensión: la Palabra de Dios y la realidad de cada tiempo. El Beato Mártir Enrique Angelelli nos invita a la inculturación cuando nos recuerda que tenemos que tener un oído en el Evangelio y el otro en el pueblo (cf. también EG 154-155).
2. Compartiendo preguntas y desafíos para nuestro tiempo
21. Me pregunto con todos ustedes queridos hermanos diocesanos:
1. ¿Somos capaces de confesar que Cristo ha resucitado al mismo tiempo que vivimos como resucitados en Cristo?
2. ¿Buscamos ser “evangelizadores con Espíritu” como nos pide el Papa
Francisco? ¿Anunciamos el Reino con nuevo ardor y profetismo alegre y
esperanzado?
3. ¿Realmente entendemos la prioridad de la evangelización, del anuncio
gozoso de la Buena Noticia? ¿Buscamos transmitir la fe por irradiación,
por contagio y con entusiasmo?
4. La fe es don y tarea. Partiendo de la gracia de Dios que es don: ¿Qué
podemos hacer para suscitar, hacer surgir o nacer la fe en tantos
hermanos inmersos en este mundo profundamente secularizado?
5. ¿Detectamos hambre de Dios en nuestros ambientes? ¿De qué forma? ¿Qué
signos de nuestro tiempo podrían marcar ese deseo de trascendencia que a
veces se manifiesta de forma indirecta o confusa?
6. ¿Cuáles deberían ser las notas propias del kerigma de siempre,
encarnado en este tiempo y según las subculturas locales de los diversos
ámbitos de nuestra Diócesis?
7. En la transmisión de la fe: ¿Cómo se pueden integrar las distintas
expresiones de la religiosidad popular tradicional y las nuevas
devociones espirituales de nuestro tiempo?
8. En el anuncio kerigmático: ¿Qué desafíos nos presenta hoy, por un
lado, el amplio mundo pentecostal, y, por otro las diversas corrientes
místicas de trasfondo new age?
9. ¿Qué obstáculos deberemos derribar como Iglesia para transmitir fielmente la fe en todas las expresiones de la vida?
10. ¿Cómo lograr en la transmisión de la fe un camino realmente integral
dónde lo bíblico, lo litúrgico y lo doctrinal estén al servicio de la
vivencia profunda del encuentro con Dios? ¿Buscamos ser creativos en
este punto para formar a los anunciadores de la Buena Noticia del Reino?
11. ¿Qué pasos tendremos que seguir dando para transmitir la fe con
eficacia pastoral por medio de las nuevas tecnologías, las redes
sociales y el mundo digital y virtual? ¿Cómo asumir los lenguajes de
este tiempo integrando el fenómeno de la hiper-conectividad? ¿Cómo
evangelizar propositivamente a partir de las fake news sobre algunos
aspectos de la vida de la Iglesia?
12. En la presentación del mensaje evangélico: ¿Tenemos en cuenta la
jerarquía de verdades? ¿Ponemos siempre el kerigma en el centro?
¿Transmitimos de forma simple pero no por eso menos profunda la belleza
de la armonía de la fe?
13. Una vez iniciado el camino de la fe: ¿Qué pasos serán los esenciales
en la comunidad cristiana para acompañar, hacer crecer y madurar en
perseverancia esa experiencia de fe?
14. ¿Qué pasos habrá que dar para incorporar con más claridad elementos
simbólicos y narrativos en la formación cristiana? ¿Tenemos presente lo
significativo que es para el mundo de hoy el testimonio que surge del
contar, narrar y recrear historias bíblicas y de los grandes hitos de
vida de la Iglesia?
15. ¿Qué podemos decir de nuestra catequesis de iniciación para las
diversas edades? ¿Es kerigmática y mistagógica? ¿Hemos dado pasos para
un itinerario catequístico permanente?
16. ¿Qué habrá que reformular en la catequesis de iniciación cristiana
para que esté a la altura del tiempo que vivimos? ¿Qué puntos deberemos
unificar en formato para toda la Diócesis y en qué tendremos que dar
libertad a cada comunidad? ¿Cuánto será el tiempo mínimo de preparación
según sean niños, jóvenes o adultos? ¿En qué etapa de la vida se muestra
más conveniente la preparación y la recepción del Sacramento de la
Confirmación?
17. ¿Cómo podemos lograr un verdadero camino catequístico comunitario
que ayude a sostener la fe en medio de los embates del tiempo y el clima
secularizado de nuestro mundo?
18. Dando testimonio de verdad y transparencia: ¿Qué pasos concretos
podemos dar para acrecentar desde la Iglesia la credibilidad de la fe?
19. ¿Somos audaces en el Espíritu para proponer y re-proponer con
creatividad la fe como sentido de la vida? ¿Realmente lo hacemos? ¿Lo
realizamos con delicadeza y respetando la libertad?
20. ¿Cómo ser creativos en el servicio misionero según los contextos
urbano ciudadano, urbano barrial, el mundo rural y el de las pequeñas
poblaciones? ¿Cómo seguir fortaleciendo el anuncio del Reino en la
evangelización paradigmática en los santuarios, carpa misionera,
misiones ambientales y territoriales, sufrientes muy sensibles y
abiertos a espacios pastorales y cultuales de sanación?
21. En nuestro anuncio del Evangelio: ¿Somos mensajeros e instrumentos
de la paz de Cristo? ¿Somos servidores del Señor en la búsqueda de
pacificación en medio de los conflictos?
22. ¿Cómo acompañar efectivamente a las personas que experimentan una
suerte de lejanía de Dios o le ponen distancia a la fe por motivos
supuestos o reales de culpa moral?
23. En medio de un mundo secularizado y que en muchos casos rechaza los
valores que vienen de Dios: ¿Qué desafíos se nos presentan a los que
tenemos fe en Dios en la búsqueda de unidad con los otros cristianos en
el campo ecuménico y en constante diálogo con las religiones no
cristianas?
c. COMPROMISO de la fe: “Este es un hombre sin doblez”
1. Recordando algunas certezas
22. ¿Qué entendemos por COMPROMISO de la fe?
Sin querer forzar el texto bíblico, la figura de Natanael presentada por
el mismo Jesús como “un hombre sin doblez” nos permite adentrarnos en
la realidad del verdadero e ineludible COMPROMISO de la fe. Una fe que
se vive de forma COMPROMETIDA, “sin doblez”, es decir de forma auténtica
e integral. Un “hombre sin doblez” hace referencia a la coherencia
entre la fe y la vida, entre la fe y las obras que nos recuerda la Carta
de Santiago (cf. Sant 2,14-26); al amor como plenitud de la ley en San
Pablo (cf. Rom 13,8-10; Gal 5,13-15); y al doble y único mandamiento de
amor a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,34-40; Mc 12,28-34, Lc 10,25-37).
Estos y muchos otros textos de la Escritura nos hablan de COMPROMISO con
el hermano, de ser realmente un ser humano sin doblez, un buen
samaritano contemporáneo, una persona que asume desde su fe en Dios el
aquí y ahora de la vida y la existencia.
El acontecimiento de Pentecostés tiene mucho para decirnos también sobre
el COMPROMISO de la fe. En dicha experiencia todos asumen el COMPROMISO
de salir a proclamar en distintas lenguas las maravillas de Dios (cf.
Hch 2,11). La audacia del Espíritu los hace salir de la comodidad y la
mediocridad para COMPROMETERSE con la realidad de cada uno de los que
allí se encuentran representada en las distintas lenguas que hablan. Se
vive desde la audacia, la valentía de ser sal y luz en un ambiente que
necesita del Evangelio, pero que muchas veces lo rechaza porque no es
presentado como es debido o por las modas culturales vigentes en este
momento.
23. Retomamos aquí los aspectos que en la
primera Carta Pastoral definí como Iglesia profética coherente (nº
32-34) e Iglesia profética servidora (nº 39-41); también lo que en la
segunda Carta Pastoral presenté como Compromiso sinodal en el punto 9.
El COMPROMISO se expresa con coherencia, con servicio y en el profetismo
de las obras, el profetismo de la palabra COMPROMETIDA.
El COMPROMISO de la fe se abre a toda persona, grupo, colectivo o
comunidad que necesita algo para su vida y para la plenitud de la vida.
No hace acepción de personas (cf. Sant 2,1-13). Es absolutamente
universal, inclusivo e integrador. En este esquema abierto siempre se
privilegia el mundo del dolor y del sufrimiento humano. No por
proselitismo ni por manipulación, no por conveniencia política ni por
una ideologización de la fe. Sino porque es la opción de Jesús en el
Evangelio y es el encargo que el Señor le deja a la Iglesia madre y
maestra en humanidad. Recordemos la expresión que tanto repite el Papa
Francisco sobre la Iglesia como hospital de campaña que recoge y sana a
todos los heridos en el camino de la vida. Sabemos que la caridad es el
signo de nuestra pertenencia a Jesús: donde hay caridad allí está Dios.
24. El mundo del dolor y el sufrimiento
humano tiene muchos rostros en nuestras ciudades y localidades, en los
barrios y parajes que enriquecen la tan diversa, rica y hermosa
geografía de nuestra Iglesia Particular.
Sin ser exhaustivo ni excluyente quiero describir brevemente y traer a
nuestra memoria intelectiva y afectiva, a nuestra memoria sensible,
parte de esos rostros que estimulan el camino del COMPROMISO de nuestra
fe: personas que no encuentran a Dios ni hallan sentido a sus vidas,
pobres y empobrecidos, marginados y descartados, indigentes y olvidados
por la sociedad, enfermos del cuerpo y del alma, jóvenes sin proyectos,
familias sin vivienda, víctimas de todo tipo de abuso y violencia
doméstica e institucional, migrantes obligados y desplazados, oprimidos
por diversas situaciones, desocupados y subocupados, algunos hermanos en
condiciones laborales indignas y otros víctimas de todo tipo de
explotación, personas atrapadas por adicciones que alienan y arruinan su
propia vida y la de su entorno, comunidades que padecen de forma más
directa la crisis socio-ambiental de nuestros tiempos… A esta lista la
podemos seguir completando libremente… Estos rostros, estas situaciones
de cruz se dan, muchas veces, en el marco de una sociedad con grietas de
todo tipo y reacciones virulentas, falta de respeto por los derechos
humanos elementales, atentados contra la vida en sus múltiples
manifestaciones, partiendo de la búsqueda de eliminación de la vida no
nacida en el seno de la madre. Además, por diversos motivos para
analizar detenidamente, el cuadro se complica por la falta de
contención, por familias desunidas y enemistadas, con vínculos dañados o
destruidos y con historias largas de desencuentros, rencillas y falta
de perdón.
25. En estos rostros vemos el rostro de
Cristo y por eso nos COMPROMETEMOS desde la vivencia de nuestra fe.
Ningún rostro, especialmente ningún rostro sufriente, nos es indiferente
dado que ahí vemos al mismo Señor como nos enseña la Palabra (cf. Mt
25,31-46). El Evangelio de la Misericordia, el agapé, el amor cristiano,
nos COMPROMETE de forma decidida, eficaz y audaz.
El desafío del COMPROMISO de la fe se traduce en algunos verbos. Verbos
que deben pasar de la gramática del texto a la gramática de la vida, eso
es COMPROMISO de la fe. Comparto algunos que muchas veces nos recuerda
el Papa Francisco: acompañar y cuidar, integrar y dignificar, acercar y
proteger, testimoniar y misericordear. Desde nuestra fe en Jesucristo
pedimos la audacia del Espíritu para poder conjugar en la gramática de
vida, estos y tantos otros verbos que Dios nos inspira personal,
familiar y comunitariamente.
Junto a los verbos comparto algunos conceptos vitales, también del Papa
Francisco, que expresan con claridad el COMPROMISO de la fe en algunos
ámbitos de la existencia: diálogo, cultura del encuentro y amistad
social ante las diferentes grietas que experimentamos los argentinos.
Esto no implica un todo vale. Significa confrontar y discutir desde los
fundamentos y principios de nuestra fe, pero sin violencia ni
fundamentalismos cerrados y obtusos. Así, el COMPROMISO de nuestra fe,
se podrá traducir en reconciliación personal, familiar y comunitaria
creando caminos, puentes y contextos profundos para la tan ansiada y
necesaria reconciliación social y nacional.
26. El COMPROMISO de la fe nos anima
también en la consecución del bien común de la Patria, en la pasión por
la verdad, en una auténtica justicia social y en la defensa de todo el
arco de los derechos humanos, partiendo del cuidado de la vida no nacida
en el seno materno hasta la protección de nuestros queridos ancianos,
discapacitados y enfermos.
Desde los inicios de nuestra fe el COMPROMISO del cristiano ha estado
marcado por el respeto y el cuidado de la obra creadora de Dios. En los
tiempos que corren esta dimensión del COMPROMISO de la fe debe ser más
clara y decidida. La lectura y profundización de la Encíclica Laudato
Si’ del Papa Francisco tiene que ser parte esencial de nuestra formación
como discípulos misioneros. Recordemos que este texto magisterial es un
documento social-ambiental que nos COMPROMETE desde nuestra fe en una
ecología humana e integral en el cuidado de la Casa Común.
2. Compartiendo preguntas y desafíos para nuestro tiempo
27. Me pregunto con ustedes queridos hermanos diocesanos:
1. ¿Cómo es habitualmente el compromiso de
nuestra fe personal y comunitaria? ¿Se da una real secuencia entre
vivencia, transmisión y compromiso de la fe?
2. ¿Qué será necesario acrecentar y/o purificar de la vivencia de la fe
para ser Iglesia hospital de campaña, Iglesia “en salida” hacia el
sufrimiento de cada ser humano?
3. ¿Qué elementos de la formación integral habrá que privilegiar para
preparar líderes cristianos que se comprometan en su ambiente cotidiano?
4. ¿Cuáles son los rostros concretos de cruz y sufrimiento en nuestros
ambientes que reclaman una respuesta comprometida desde nuestra fe en
Dios Uno y Trino?
5. Al contemplar la inmensa cantidad de problemas humanos y sociales que
percibimos en nuestro entorno: ¿Cómo podemos comprometernos para
superar la tentación de la mediocridad ambiental que tiende a no
involucrarse? ¿Somos capaces de superar toda tibieza en este sentido?
6. ¿Qué podemos hacer ante las grandes deudas educativas en nuestra
Patria? ¿Cómo incentivar desde nuestros lugares una verdadera valoración
de la educación permanente en todas las edades como camino de madurez
personal y social? ¿Entendemos que la educación es puente de liberación y
camino de participación libre y soberana de todos y cada uno?
7. ¿Cómo responder desde el compromiso de la fe en el cuidado y la
defensa de la vida mirando sus diversas etapas: concepción, niñez,
adolescencia, juventud, adultos y ancianos?
8. ¿Qué podemos hacer desde el Evangelio ante los casos de mayor
vulnerabilidad social… por ejemplo: con la maternidad de menores, las
mujeres y los niños víctimas de violencia, los jóvenes sin sueños por
falta de posibilidades, las familias fragmentadas y las situaciones de
abusos y excesos de todo tipo…?
9. ¿Cómo comprometernos desde la fe para acompañar las diversas
situaciones de adicción que despersonalizan y arruinan los vínculos
fundamentales del ser humano?
10. Ante todos estos rostros sufrientes: ¿Estamos dispuestos a
escuchar?; ¿escuchar la voz de Dios que nos habla desde las llagas de
nuestro tiempo?
11. ¿Cómo podemos organizarnos utilizando las armas pacíficas de la fe
para luchar contra la delincuencia organizada y el narcotráfico que mata
y contamina como un veneno letal el tejido social de muchos de nuestros
barrios?
12. Manteniendo nuestra identidad cristiana católica: ¿Cómo crecer en
convivencia pacífica y sin fundamentalismos en un mundo altamente
secularizado por un lado y multi-místico y pseudo-religioso por otro?
13. ¿Cómo reaccionamos ante la apatía espiritual de nuestro tiempo? ¿Qué
actitud tomamos ante la actitud de algunas personas o grupos que
rechazan, y en algunos casos con odio y violencia, la vida y el mensaje
de la Iglesia? ¿Cómo interpretamos el fenómeno más difundido en este
tiempo de pedido de apostasía de aquellos que fueron bautizados en la fe
cristiana católica?
14. ¿Qué caminos habrá que diseñar para la formación de los laicos en un
compromiso político solvente y coherente según los criterios de la
Doctrina Social de la Iglesia y los principios democráticos?
15. Desde nuestro compromiso de la fe: ¿Cómo podemos colaborar en la
reconciliación nacional superando las diversas grietas que nos
atraviesan y dividen?
16. ¿Cuál será el aporte que podemos hacer, aunque sea a pequeña escala,
para que se dé un verdadero diálogo entre los distintos sectores de
nuestra sociedad, procurando la amistad social y la cultura del
encuentro?
17. Desde el compromiso de la fe y en el marco de una saludable
antropología cristiana: ¿Cómo proponer una educación integral y atenta a
la dignidad del ser humano en temas de amor, afectividad, emociones,
sexualidad y genitalidad?
18. Sin renunciar a nuestra identidad cristiana católica: ¿Cómo podemos
incluir e integrar a los que piensan diferente o tienen concepciones
diversas? ¿Es posible trabajar juntos en los temas que sí compartimos la
misma mirada sobre la dignidad humana?
19. Desde el compromiso de la fe: ¿Cuál sería la actitud evangélica ante
la inclusión de la diversidad que plantean diversos colectivos en
nuestro tiempo?
20. Mirando los problemas socio-ambientales de los distintos lugares de
nuestro territorio diocesano: ¿Qué podemos hacer para lograr una
vivencia de la fe comprometida con el cuidado de la Casa Común en una
verdadera ecología humana e integral?
21. ¿Cómo estamos valorando la belleza de la obra creadora de Dios en
los campos, las sierras y las costas que engalanan nuestro territorio
diocesano? ¿De qué forma asumimos la realidad del turismo para que sea
momento oportuno de encuentro fraterno con otras personas y también
espacio de vivencia, transmisión y compromiso de la fe?
CONCLUSIÓN
28. He comenzado esta Carta Pastoral 19-20 poniendo como fundamento el texto evangélico de Jn 1,35-51. La concluyo ahora compartiendo un texto de Aparecida que es una suerte de comentario pastoral de dicho relato bíblico:
DA 244. La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto, en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Ésa fue la hermosa experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo cómo los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones. El evangelista Juan nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de Jesús en los dos primeros discípulos que lo encontraron, Juan y Andrés. Todo comienza con una pregunta: “¿Qué buscan?” (Jn 1,38). A esa pregunta siguió la invitación a vivir una experiencia: “Vengan y lo verán” (Jn 1,39). Esta narración permanecerá en la historia como síntesis única del método cristiano.
29. Existen muchas, muchísimas metodologías que a lo largo del tiempo y en cada tiempo nos permiten la vivencia, transmisión y compromiso de la fe. Pero hay una síntesis única del método cristiano que queda revelado en Jn 1,35-41: “Vengan y lo verán”. La celebración de nuestro Primer Sínodo Diocesano debe quedar marcada a fuego por esta certeza: todo comienza y termina en el encuentro con Dios, con el Señor, con el Maestro que nos invita a hacer experiencia de su amor y su incondicionalidad. Desde aquí se entiende la vivencia, transmisión y compromiso de la fe. Desde aquí tiene sentido el camino sinodal y la realización del sínodo como acontecimiento. Desde aquí se entiende el trabajo de escucha y discernimiento de las consultas, las asambleas y de todas las reuniones que sean necesarias. Digámoslo una vez más: el camino sinodal y el Primer Sínodo Diocesano sólo tienen sentido si es para renovar la vivencia, transmisión y compromiso de la fe desde el “vengan y lo verán” de Jesús el Buen Pastor que sigue formando integralmente a cada discípulo misionero. En esta línea, nunca perdamos de vista el lema que nos convoca: Caminemos juntos en la audacia del Espíritu.
30. Esta nueva Carta Pastoral que aquí
concluyo debe ser leída y trabajada en relación y en paralelo a las dos
anteriores. Los temas, las propuestas y las sugerencias se repiten de
forma más o menos concéntrica apuntando a algunos pocos núcleos
esenciales que en camino sinodal deberemos discernir y decidir en la
formación, identidad y sensibilidad del discípulo misionero del Señor en
la Iglesia Particular de Mar del Plata.
Como ya dije, esta Carta es para todos en nuestra Iglesia Diocesana,
pero de modo particular para los hermanos sinodales que tendrán la
hermosa tarea de representar a todo el pueblo de Dios en el aula
sinodal. Que puedan reflexionar, discernir y realizar su aporte desde el
texto y el contexto. Texto marcado por este episodio de Jn 1,35-41, por
toda la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, en el Magisterio de la
Iglesia y en las reflexiones del obispo. Contexto marcado por las
situaciones que conocemos y experimentamos día a día en todos los
rincones de nuestra geografía humana y eclesial. Contexto que queda
representado por la realidad cotidiana en sus aspectos más gozosos y
también en los más angustiantes como traté de mencionar a lo largo de la
Carta.
Texto y contexto se hermanan y se hacen fecundos en la fe de la Iglesia
comunión donde crece, madura y se forma de manera integral el discípulo
misionero del siglo XXI. El texto, el ideal, la gramática son más
claros; el desafío es vivenciar, transmitir y comprometerse en el
contexto de hoy.
Que la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la
Iglesia, junto a la de Santa Cecilia y la de los Beatos Mártires
Riojanos, nos ayude a crecer en testimonio y a caminar juntos en la
audacia del Espíritu.
Con mi afecto y bendición de padre, hermano y amigo.
+Mons. Gabriel Mestre
Obispo de Mar del Plata
Argentina
Mar del Plata, Domingo 23 de junio de 2019
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo